Desamor = tristeza
Existen muchas personas a las que les cuesta mucho analizar y comprender sus emociones y sus sentimientos. Por ejemplo, seguro que puedes conocer a algunas personas en tu entorno habitual que centran su atención en describir hechos y acontecimientos del día a día, es decir, rara vez hablan de sí mismos en términos de interioridad. De hecho, incluso puedes encontrarte con alguien que te habla de la intimidad de otras personas mientras no se atreve a hablarte de la suya.
En general, resulta mucho más estimulante una conversación en la que es posible profundizar en el mundo interior de un amigo o un familiar. Al menos, es más fácil poder aprender de alguien que se deja conocer a ese nivel de intimidad. Una intimidad en la que es posible descubrir los miedos ajenos y las dudas.
Existen momentos de la vida más propicios para poder compartir una vivencia interior, por ejemplo, cuando estás haciendo frente a una etapa de desamor que puede manifestarse de diferente forma: puede ser que tu pareja te haya abandonado, también puede suceder que hayas decidido poner punto y final a una relación sentimental, a lo mejor te declaraste a una persona y descubriste que no eres correspondido del mismo modo, incluso, puede suceder que sientas que no estás preparado para volver a amar de nuevo…
Existen tantas situaciones como personas diferentes pero en todos esos casos existe una característica común: la tristeza que suge del alma. Una tristeza que se pega como un imán y que duele hasta lo más profundo del corazón aunque con el paso del tiempo, afortunadamente, dicha sensación de fracaso puede llegar a calmarse.
La tristeza que surge como consecuencia del desamor es muy dolorosa, sin embargo, cuando se supera produce una enorme fortaleza interior y un enorme respeto hacia uno mismo puesto que descubres que puedes seguir viviendo igual de feliz si te lo propones lejos de una persona que tomó un camino distinto al tuyo.